La leyenda de Juana Pereira y Nuestra Señora de los Ángeles
La Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, ubicada en la ciudad de Cartago, se construyó en el sitio donde, según la tradición, una joven mulata llamada Juana Pereira encontró la milagrosa imagen que hoy veneramos como la patrona de Costa Rica.
De acuerdo con los relatos, el 2 de agosto de 1635, Juana, vecina del barrio conocido como Puebla de los Pardos, salió a recoger leña cuando halló, cerca de un manantial, una pequeña estatua con la imagen de una mujer con un niño en brazos. Sorprendida por el hallazgo, decidió llevarla a su casa y la guardó con cuidado. Sin embargo, al regresar al día siguiente al mismo sitio, encontró una figura idéntica. Nuevamente la llevó a su hogar, pero descubrió que la anterior había desaparecido. Este suceso se repitió durante varios días.
Ante el asombro, Juana llevó la imagen al sacerdote local, Alonso de Sandoval, quien la guardó en una caja. Sin embargo, al día siguiente la figura volvió a desaparecer y fue hallada de nuevo en el lugar original. Esta serie de acontecimientos fue interpretada como un mensaje divino: la Virgen deseaba permanecer en ese sitio. En honor a ello, se construyó una pequeña ermita, origen de lo que con el tiempo se convertiría en la actual basílica, erigida en estilo bizantino tras el terremoto que en 1910 destruyó el templo anterior.
El culto a Nuestra Señora de los Ángeles fue creciendo con el paso de los años. En 1675, se edificó un nuevo templo y, más adelante, fue elevada a la categoría de basílica durante el episcopado de Monseñor Anselmo Llorente y Lafuente. La celebración principal en honor a la Virgen se lleva a cabo cada 2 de agosto, cuando miles de fieles realizan la tradicional romería, caminando desde distintos puntos del país hasta Cartago, en muestra de fe, agradecimiento o petición de favores.
Durante esta festividad, y siguiendo una costumbre iniciada a finales del siglo XVIII, la imagen es trasladada temporalmente a la catedral de Cartago y, semanas después, es devuelta a la basílica en la tradicional procesión conocida como la Pasada de la Virgen.
El culto a la Virgen de los Ángeles tiene su origen en España, particularmente en Getafe, y fue traído al continente por los conquistadores. En Costa Rica, su veneración adquirió una identidad propia, combinando elementos europeos con rasgos culturales indígenas y afrodescendientes.
En 2005, una réplica de la imagen fue llevada al Vaticano, donde el papa Benedicto XVI la bendijo y la instaló en la Iglesia de Santa María de la Luz, dedicada a los migrantes.
Características de la imagen
Conocida popularmente como La Negrita, la figura mide apenas 20 centímetros de alto. Su color es un gris verduzco, y está compuesta por una combinación de tres piedras: grafito, jade y roca volcánica, lo que ha intrigado a los arqueólogos, ya que estas piedras provienen de regiones distintas del mundo.
Los rasgos de la Virgen son de una mujer mestiza que mira al frente, mientras el Niño Jesús la observa y le toca el corazón con una de sus manos.
Su trono y altar
El altar principal se comenzó a construir en 1777 con la colaboración de los fieles, muchos de ellos propietarios de fincas cacaoteras. Por ello, en las tallas del altar se pueden apreciar mazorcas de cacao, canastos de frutos y otros elementos que simbolizan la abundancia y la gratitud por los favores recibidos.
La cúpula del templo representa una gran corona, coronada por la imagen del arcángel San Miguel, vencedor del mal. Este simbolismo se complementa con el resplandor dorado que rodea a la imagen, inspirado en la cita del Apocalipsis: “Apareció en el cielo una gran señal, una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Apocalipsis 12, 1).
Este trono fue confeccionado con oro y piedras preciosas donadas por fieles. En su cima destaca un pectoral donado por Monseñor Otón Castro, y en la base se encuentra el escudo de Costa Rica, obsequio del expresidente Daniel Oduber.
La figura de Juana Pereira
Aunque el nombre Juana Pereira ha perdurado en la tradición popular, no se ha podido determinar con certeza su identidad. El arzobispo Víctor Sanabria Martínez investigó sobre ella y descubrió que muchas mujeres del sector llevaban ese nombre y apellido. En honor a todas aquellas mujeres afrodescendientes que vivieron en la Puebla de los Pardos, se decidió perpetuar su memoria con este nombre simbólico.

ESTIMADOS LECTORES:
Nuestro mayor reto es hacer sostenible un periodismo independiente, que de voz al pueblo sin conflicto de intereses, apóyanos a seguir impulsando la libertad de expresión.|
MEDIA KIT | SUSCRÍBIRSE | INGRESAR
Source
CRinfomativo